El Barça se instala en el infierno
El Barça se instala en el infierno
El equipo blaugrana es aplastado y humillado por un Bayern de Múnich que retrata el ridículo de un equipo acabado.
Parecía difícil superar lo de Anfield y caer más bajo, pero parece que no hay reto que este equipo no pueda superar. Si en Anfield la debacle llegó después de un 3-0 y tras una primera parte más que digna, ante el Bayern la histórica hecatombe se cocinó desde el primer minuto. Tan desastre fue el partido que a la media hora, con 1-4 en el marcador, más de uno ya firmaba ese resultado porque el destrozo amenazaba con adquirir proporciones gigantescas. Al final, el 2-8 supone una humillación planetaria que va a hacer temblar al Camp Nou.
Las lecciones que se puede sacar del meneo que sufrió el Barça son variadas, otra cosa es si servirán de algo, porque hasta ahora los avisos anteriores, que han sido clarísimos no han servido de nada. Es más, se han ignorado y Bartomeu y los suyos han seguido conduciendo en sentido contrario pensando que los equivocados eran los otros
La primera lectura es que las primeras sensaciones son las buenas. Cuando se supo el cruce contra los alemanes todo el mundo vio la empresa casi como imposible para el Barça. Con el paso de los días se fue afianzando el optimismo porque el fútbol es ilusión, pero en el fondo y una vez más, se construían castillos en el aire.
La otra lectura es que no hace falta que vengan las leyendas del Bayern a picar el orgullo de nadie. El equipo blaugrana no cayó por la prepotencia germana, cayó por la propia incompetencia.
Setién volvió a diseñar un equipo que viene a dejar la rueda de prensa de su presentación como un chiste de mal gusto. Si uno vuelve a escuchar lo que dijo el técnico cántabro en su presentación y a continuación contempla su obra entenderá mejor lo que eran los vendedores de ungüento de serpiente en el lejano oeste. Apostó por un 4-4-2 sacrificando a Griezmann y sin noticias de los jóvenes, ni de los extremos, ni de la intención de dominar el juego, ni de nada. Sólo buscaba dormir el partido y ni eso supieron hacer.
La salida del balón del Barcelona fue una tragedia griega que invitó al Bayern desde el principio a robar el balón al Barcelona para crucificar a un Neuer que dio la impresión de estar superado por la situación desde el principio.
Busquets perdió tres balones en los tres primeros minutos de partido y en el tercero Lewandowski conectó con Müller, que asestó la primera puñalada. El Barça dio el canto del cisne en los minutos siguientes, pero más por errores de los alemanes que por méritos propios. Iban tan sobrados los bávaros que se permitieron el alarde de poner la línea de defensa sobre la línea del centro del campo. Cuando les superaban, el Barça amenazaba peligro. En una de esas llegadas, Alba ganó la espalda a Kimmich y su centro lo coló Alaba en propia puerta. Parecía que había esperanza, pero fue un espejismo cruel. Lo peor estaba por llegar en diez minutos de vendaval alemán en los que el Bayern aplastó al Barcelona.
El Bayern no se inmutó por el empaté, adelantó su presión y la defensa del Barça se deshizo como un azucarillo. Como el que pesca en un barreño, a los delanteros del Bayern les bastaba con esperar a que los peces picaran solos, es decir que la defensa del Barça perdiera el balón para fusilar a Ter Stegen. Perisic, Gnabry y Müller marcaron tres en nueve minutos y si no fueron más fue porque Lewandowski parecía no tener el día. El Barça agradeció el descanso como un regalo caído del cielo.
En la reanudación, Setién retiró a Sergi Roberto para dar entrada a Griezmann, pero el Bayern a pesar de bajar una marcha seguía dominando un partido en el que el Barça agitó con un golpe de genio de Suárez que supuso el 2-4.
Ante ese gol podían pasar dos cosas: o que el Barça reaccionara desde el banquillo y amenazara al Bayern o que los alemanes reaccionaran. Lo que pasó es que Setién se quedó paralizado y el Bayern ante el gol blaugrana volvió a subir las revoluciones y sis minutos después Davies retrató a Semedo para que Kimmich marcara el quinto. De lateral a la lateral. Quedaba media hora y el ridículo podía ser mayor. La cosa ya era de dignidad, pero parecía que dependía más de la piedad del Bayern que del orgullo culé como quedó claro con Coman fallando el sexto a portería vacía. Pero la inercia jugaba en contra de los blaugrana y Lewandowski en el 82 y Coutinho, sí, el fichaje más caro de la historia del club, en el 86 sellaba el 2-7 y tres minutos después el 2-8. El Barça se ha instalado en el infierno.
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