El menor de los Madrid sorprende al mayor Barcelona
El Atlético gana al esprint
En una semifinal épica, el Atleti remontó en los diez minutos finales a un Barça al que el VAR anuló dos goles. El gran trabajo de Messi se estrelló ante Oblak y la fe de los colchoneros.
Tras una semifinal épica, el Atlético de Madrid demostró que resistir es vencer y se clasificó para la final de la Supercopa ante el Real Madrid tras derrotar al Barcelona por 2-3. Los del Cholo aguantaron un chaparrón de fútbol de los culés durante gran parte del partido comandados por un Messi descomunal, pero entre Oblak, el VAR, los errores atrás y la fe del Atlético los colchoneros tuvieron un esprint final decisivo y lograron su premio ante un Barça agotado.
Valverde acabó con todas las especulaciones respecto a la posibilidad de dar relevos en el once titular del Barça para disputar la semifinal de esta competición, que ya dejó claro que no le gusta un pelo y optó por la ‘vía Toshack’, la de los mismos de siempre. Y entre ‘mismos’ y ‘de siempre’ pongan el epíteto que consideren. La única concesión fue la de incluir a Umtiti, que tuvo un partido de taquicardia, en el once inicial ante un Atlético en el que destacó la inclusión de Savic en el once inicial. El resto, lo previsto teniendo en cuenta que Koke, no llegaba para 90 minutos.
Tras unos primeros minutos en los que Correa le dio muy mala vida a Umtiti, el Barça se hizo con el control del partido de manera absoluta, pero le faltó matar cuando más se aculó el Atlético, que lo fió todo a la colosal figura de Oblak. El portero del Atlético evitó en el minuto 22 el gol de Messi tras combinar con Alba, en el 40 dejó claro que se sabe todos los trucos de Griezmann cuando el francés le encaró en el uno contra uno y un minuto después atajó haciendo fácil lo difícil un remate al primer toque de Suárez.
El tridente en pleno del Barça probó suerte en la tómbola y Oblak frustró sus intentos con el cartel que ‘pruébelo de nuevo, más suerte la próxima vez’. Era un partido que ya quedó claro en esa primera parte que iba a tener que lucharse de cabo a rabo. Con una intensidad que dejaba la semifinal del día anterior entre el Valencia y el Madrid al nivel de un partido de pretemporada.
El Barça dominaba el juego y la posesión, pero el Atlético resistía y buscaba sus opciones o de lejos o a pelota parada. Desde la distancia lo intentó Thomas y a pelota parada Herrera en una falta lateral muy cerrada. Neto estuvo perfecto ante ambos intentos.
Quedaba por ver si al Barça, que acostumbra a apagones repentinos, le iba a durar la gasolina durante los 90 minutos ante un Atlético que daba la sensación de estarse reservando para lo que pudiera acontecer. Los del Cholo salieron de la primera parte vivos por encima del juego, en el que se impuso el Barcelona, pero la tensión se palpaba. Para prueba, las tres tarjetas que mostró el árbitro camino de vestuarios en el intermedio tras una trifulca entre Joao y Alba a la que se añadió Messi. Ninguno de los tres vio tarjeta, pero los defensores de los compañeros (Savic, Saúl y Luis Suárez) se fueron al vestuario con una amarilla en un preludio de una segunda parte que se aventuraba de vértigo.
Simeone fue el primero en mover pieza y su cambio resultó providencial ya que Koke, que había entrado por Herrera convirtió en gol la primera pelota que tocó al acabar una jugada en la que Joao se rifó a Arturo Vidal con Umtiti absolutamente descolocado. Se llevaban 20 segundos de la segunda parte y al Barça le tocaba volver a remar contra corriente. Ante el topetazo, Valverde tiró de manual, en plan ‘en caso de emergencia, rompa el cristal’ puso a Ansu a calentar, pero en el interín, Messi se llevó dos rebotes ante Savic y Koke, muy blanditos, y empató el partido con la derecha cinco minutos después. Ni Oblak, que estaba en modo Zamora, llegó a su disparo. No se vino abajo el gigante colchonero, que cinco minutos después frustro de nuevo el tanto de Griezmann. El cartel de ‘pruebe de nuevo’ volvió a salir a la luz.
Lo volvió a probar Messi con éxito, pero el VAR le anuló su segundo gol en base a la norma de que cualquier mano en ataque es gol. No desanimó eso a un Barça desencadenado que al minuto siguiente marcó el segundo después de que Griezmann invalidara el enésimo milagro de entrada Oblak a remate de Suárez. De tanto probar, el gol acabó llegando.
Viendo que estaba por detrás en el marcador Simeone retiró a Lodi para colocar a Saúl como lateral, pero su plan se frustró cuando Koke se lesionó a los 20 minutos y fue sustituido Marcos Llorente, que en su primera acción vio amarilla. De esa falta, nació otro gol de Piqué anulado por un VAR que valoró más el hombro de Vidal que la mano de Felipe, que lo habilitaba.
Más claro fue el penalti que cometió Neto sobre Vitolo tras pérdida de Busquets que Morata convirtió en el empate a diez minutos del final. Diez minutos de locura en los que se pidió penalti de Piqué y ante el caos, Correa sentenció el partidazo tras jugada de Morata dejando al mejor Barça de la temporada ahogado en la orilla. El esprint, fue del Atlético.
Emocionante regreso de Westbrook a OKC... y paliza de los Thunder
Apoteósico recibimiento a Westbrook y, después, exhibición de Chris Paul y los Thunder, un equipo lanzado, contra unos Rockets pésimos. James Harden, desaparecido.
El 9 de enero era una de las fechas marcadas en rojo en el calendario de la regular season 2019-20. El segundo Rockets-Thunder (1-1 ahora en el duelo directo)... pero el primero en Oklahoma City. O lo que es lo mismo: el primer partido de Russell Westbrook en el Chesapeake Energy Arena, el recinto donde construyó su casa. Un MVP, dos títulos de Máximo Anotador, ocho nominaciones para el All Star, tres temporadas seguidas promediando triples-dobles, ocho designaciones para los equipos All NBA (dos en el primero)... Una tonelada de números en once años (medias de 23 puntos, 7 rebotes y 8,4 asistencias) pero, por encima de todo, la personificación total de una franquicia y de una ciudad a partir de 2016, cuando Kevin Durant se marchó a los Warriors y él firmó una extensión que, de un plumazo, evitó la caída en la irrelevancia de su equipo. Una historia de amor que acabó en exceso y disfunción, algo que nadie (y es lógico: el recuerdo es poesía) ni quería ni tenía por qué recordar en una noche que era para el homenaje, las emociones y la memoria. Y así fue: la ovación fue atronadora, el vídeo emotivo (con Durant en las imágenes, por cierto) e incluso arreciaron los gritos de "M-V-P", casi una banda sonora en ese pabellón durante los últimos tres años, para un jugador que repitió alguno de sus rituales de inicio de partido en lo que fue, por muy californiano que sea, una rotunda vuelta a casa.
Los Thunder, además, reservaron para esta noche el estreno de sus camisetas City Edition, una equipación especial creada de la mano del OKC National Memorial & Museum y que conmemora el 25 aniversario (será en abril) del atentado de Oklahoma City en 1995, hasta el 11-S el golpe terrorista más fuerte que se había vivido en suelo estaadounidense (186 muertos y 680 heridos). Así que no era un partido más, y no lo fue para el público de los Thunder, con la guinda de la exhibición de su equipo ante unos Rockets perdidos: 113-92 y con maquillaje final porque la cosa estuvo 109-79 a cuatro minutos del final. Con Chris Paul (18 puntos, 6 rebotes, 5 asistencias, 4 robos) dirigiendo la carga, en ruta hacia el All Star, en lo que también tuvo su cuota de venganza personal. Y de, más allá de Westbrook, gustazo para los Thunder, que están replicando sus números de los dos últimas temporadas pero ya sin Paul George ni Westbrook, con un lote histórico de rondas de draft y un equipo feliz, competitivo y que juega de maravilla. Tras el homenaje al pasado, muestrario de presente y futuro. Están 22-16, muy firmes en la zona playoffs (seis partidos de ventaja al noveno del Oeste) y con los Mavericks (sextos) a solo un partido y medio. Están 5-1 en 2020, 11-2 en sus últimos 13 partidos y 16-5 en 21, lo que les convierte en el segundo mejor equipo de toda la NBA desde Acción de Gracias. Espectacular.
Los Rockets (25-12), que tienen noches como esta, fueron poco más que un sparring ante un rival que va ahora mismo a toda máquina y cuya reconstrucción fue una brillante acumulación de picks (con todas las opciones que eso abre) sin perder la profesionalidad en pista: Steven Adams, Danilo Gallinari (23+11+4 esta vez), Schroder, una estrella en ciernes como Gilgeous-Alexander (20 puntos)... y Chris Paul, que no estaba ni mucho menos muerto tras su mal segundo año en Houston y que está viviendo una temporada de reivindicación y liderazgo en lo que en verano pareció un destino solo de paso. El deporte crea amores arrebatadores como el de OKC y Westbrook... y también otros inesperados pero llenos de química como este tardío entre Paul y una ciudad que no sabía a qué iba a tener que atenerse hace unos pocos meses pero que, contra la mayoría de pronósticos, se lo está pasando de maravilla sin tiempo casi para mirar a un futuro que pinta bien. El escenario ideal.
Con más rebotes, mucho más ritmo de ataque, más acierto y sin conceder puntos en transición, los Thunder fueron mejores de cabo a rabo. Si no habían reventado el partido ya al descanso (60-48) era porque por entonces Russell Westbrook sumaba 18 puntos. Acabó con 34 y se sentó los últimos 7:18, ya sin nada que hacer para un equipo muy desacertado, en el que Tucker y House fueron sombras, Capela acabó con problemas en un talón y James Harden vivió una noche horrible: 17 puntos (promediaba antes de este partido 38,5), 3 rebotes, 3 asistencias, 5/17 en tiros, 2/9 en triples. La Barba empezó con un 1/10 y dejó claro que no tenía el día para echar un cable a Westbrook en un partido en el que los Rockets solo sobrevivieron en la primera parte. Después, acabaron apaleados por un rival tremendamente superior que se dio un festín en una noche con mucha nostalgia y una conjunción casi perfecta ya que pudo celebrar, en un solo partido, su futuro, su presente y, desde luego, su pasado. O al menos una de las mejores partes de él.
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