LeBron (33+14) hace volar a los Lakers: mejor inicio en 10 años

Mucho fútbol, poco premio


El Madrid pasó por encima del PSG pero se dejó la victoria en dos descuidos finales. El VAR le quitó un penalti al PSG. Doblete de un gran Benzema y partidazo de Valverde. Keylor, decisivo. Los blancos, segundos de grupo.


Lo del PSG era una prueba nuclear para el Madrid y funcionó. Esa versión atómica que ha ofrecido en la Liga quedó mejorada ante un rival gigante, al que no ganó por Keylor y por un descuido final que afeó su gran partido. Benzema le mandó otro mensaje a Francia y Valverde confirmó su condición de imprescindible.
El partido nació sin drama. Se lo quitó el Galatasaray al empatar con el Brujas, resultado que ponía al Madrid en octavos sin calzarse las botas. Nada, pues, iba a romperse. También nació sin Modric ni Bale. Zidane entiende que dos partidos por semana superan el peso máximo del croata. Y que a Bale, tras el despiporre fotográfico tras la bandera de sus prioridades, conviene más esconderle que exponerle. Hasta que se enfríe el plato, jugar en el Bernabéu será para él hacerlo fuera de casa. Así que del fondo del armario sacó a Isco, que ha venido muy a menos en los últimos tiempos. A punto de acabar noviembre sólo había sido dos veces titular y en ninguna de ellas ganó el Madrid.
Al otro lado, Tuchel sentó a Neymar. Esto era más previsible. El técnico está empeñado en una versión orquestal y no pierde la ocasión de recordarle que no está por encima del equipo y tampoco de Mbappé. En realidad, no hay casi nadie por encima de Mbappé. Hubo momentos en que Marcelo sintió que le atropellaba un tren. Porque por su banda arrancó El Deseado aunque a los 20 minutos y con un gol en contra Tuchel le cambiara el flanco. Ahí también fue amenaza. La impresión que dejó es que ha llegado para reinar. Teniéndolo en contra Florentino debió imaginar lo que debe ser tenerlo a favor.
En cualquier caso, fue fantástica la primera media hora del Madrid, que ha ido de palo a palo en este curso. Las labores de desescombro parecen haber acabado. El equipo de Zidane se metió el partido en el bolsillo desde el empeño. Se le fueron pocos balones divididos en el pleito. En París fueron de Gueye. En el Bernabéu, ni de él ni de nadie vestido de azul.

Sinfonía incompleta

El Madrid fue el sueño de su hinchada. La suma de entrega y fútbol en un partido de máxima altura. Con Valverde ha funcionado el plan de musculación del centro del campo y de ahí en adelante Benzema se ha vuelto contagioso. Hazard se acerca a su mejor versión (una lástima su lesión por patada alevosa de Meunier que no mereció ni amarilla), Isco sacó mucho provecho entre líneas, Kroos es una ametralladora. El Madrid tiró 28 veces, hizo un gol antes del descanso (en magnífica combinación Hazard, Carvajal, Valverde, remate al palo de Isco y puntilla de Benzema) y convirtió en héroe a Keylor, que demostró al Bernabéu lo que ha perdido.
Más viendo a Courtois al otro lado, que pudo echar a perder todo ese trabajo con una salida improcedente ante Icardi. Lo derribó con claridad, en acción de penalti y roja (indiscutible el primero, discutible la segunda). Y el VAR corrió en auxilio del mejor al retrotraer la acción a un empujón previo de Gueye a Marcelo, que existió. Para el árbitro, ante el monitor, fue suficiente para dar marcha atrás y salvar al Madrid. Para el PSG, resultó tan leve como inexplicable la rectificación. La polémica empañó el baño del equipo blanco en la primera mitad.
En la segunda llegó al encuentro Neymar sin demasiado ánimo, con aire de larga despedida, y la pelota cambió de dueño aunque el partido no lo hizo de sentido. Keylor salvó otras dos, a remates a quemarropa de Benzema e Isco, para sostener vivo al PSG, reducido al veloz entusiasmo de Mbappé, con metas más altas que el propio partido. En el Madrid, en cambio, corrían todos. Valverde, el medio extensible, por encima de la media. Recibió una ovación de megaestrella al ser sustituido. Fue antes de marcara de nuevo Benzema y de que entre Varane y Courtois le regalaran el consuelo a Mbappé, que ya sabe que si da el paso estará en buena compañía. Y casi de inmediato empató Sarabia. Un exceso de confianza mató al mejor Madrid y le dejó sin opciones de ser primero de grupo.

El Atleti se condena a sufrir


Cayó en Turín y se obliga a tener que ganar al Lokomotiv en la última jornada para pasar a octavos. Marcó Dybala, el mejor del partido.


Ahí estaba de vuelta el Atleti, en la guarida del demonio, la Juve de Cristiano, que hace ocho meses se comió al que soñaba con su final en el Wanda pero con otra ambición: enderezar la Champions que se le empezó a torcer en Alemania. Debía ganar o empatar en Turín para estar en octavos. Perdió, sin embargo, condenado por esa falta de gol que arrastra como pesadas cadenas.
Salió Sarri a quitarle rápido el envoltorio al partido. Con las sorpresas de Danilo, Bentancur y Dybala por delante de Higuaín para capitanear una línea de ruta clara: tratar de atravesar como si fuese plastilina esa armadura con la que Simeone se forró en su regreso a Turín, el cuatrivote. Ya en octavos la Juve, la prisa era del Cholo, que salió sin resquicios. Lo más peligroso que pasó cerca de las áreas en los primeros viente minutos, más allá de un disparo raso y cruzado de Dybala, fue la jugada en la que Cristiano, por evitar que saliera de banda un balón, segó el palo del banderín como si tuviera por botas las manos de Eduardo Manostijeras. Supuso su mayor aportación al partido, por cierto.
Se acercaba el Atleti córner a córner, moviéndose por el borde del área de Szczesny, con Lodi y Trippier estirándose por las bandas, con brega. Y los minutos pasando, sin sobresaltos. La serenidad de Pjanic al centro le devolvió el balón a la Juve. Por delante Dybala no dejaba de pedírselo. Iba, venía y se asociaba al primer toque sin dejar de hacer rotos en todo el campo.
Koke, mientras, abroncaba a Thomas por estar mal colocado, Vitolo era como si no estuviera y Hermoso se recomponía la cintura ante el enésimo regate de Dybala. Bostezaba el fútbol del Atleti a ratos, a juego con la camiseta azul pijama. Pero estaba cómodo, apretado en su campo, sin sufrir. Hasta que todas las desgracias se le acumularon en una única acción.
Asomaba el descanso, ya estaba ahí. Un minuto consumido del tiempo añadido. Erró Hermoso, ya desesperado, superado, acelerado, al tratar de frenar a Dybala, ya sin saber cómo, metiéndole el cuerpo en la esquina de la frontal. Falta. Dybala la pidió. Y Dybala golpeó la pelota como hasta ahora había jugado: fabuloso. Con potencia, rosca y los guantes vencidos de Oblak antes de posarse en la red. Los milagros parece que se le han esfumado.
Tras el descanso el Atleti adelantó líneas. Fue después de un disparo de Saúl, que en Turín comenzó a escucharse sólo un grito entre 40.000 italianosAtleeeti, esa gasolina que nunca falta. A la hora se fue un buen Herrera para dejar paso a Correa. Siete antes había entrado João Félix por Vitolo para jugar donde quiere, detrás de Morata, y la hierba comenzó a llenarse de las chispas que salían de su botín. En el 63’, el Cholo había hecho todos los cambios buscando plantarle a su equipo colmillos. Sarri contestó con Bernardeschi que, nada más salir, volvió a desnudar a Hermoso para enviar un balón a la madera de Oblak. Tembló el Cholo.
Se puso en pie el Juventus Stadium para despedir al mejor de sus hombres, Dybala, mientras Simeone seguía temblando. Su equipo no terminaba de amenazar de verdad y eso que lo buscaba moviendo de un lado a otro a Saúl (jugó en tres posiciones distintas esos minutos, lateral, banda y medio). Pero la Juve cegaba toda ocasión, suya la tierra del catenaccio. Y al final siempre estaba De Ligt para llevarse el balón por lo legal o lo criminal: con todo fue sobre Correa para rebañarle uno perfecto de João Félix. Sobre la conexión lusa-argentina rodó el Cholo una película de la mafia en los minutos finales, llenos de disparos a quemarropa. Pero Morata, en la línea y con Szczesny vencido, cayó con toda su pólvora mojada sin lograr embocar un balón que era gol en el 94’.
Final. Negaba con la cabeza Simeone, en uno de esos silencios que gritan tan alto. Y mirando el 1-0 de la Juve con cierta nostalgia. Al Lokomotiv debe ganarle en la última jornada. Ya no hay otra.

LeBron (33+14) hace volar a los Lakers: mejor inicio en 10 años



Cara y cruz en San Antonio: los angelinos vuelven a ganar y confirman la mayor crisis de la 'era Popovich' en los Spurs; Gritos de "MVP" para LeBron en el AT&T Center.


"MVP", "MVP", se escuchaba en el AT&T Center al final del partido. Los gritos eran para LeBron James, un jugador tan eterno como la franquicia que disputa sus partidos en la pista tejana. La historia de El Rey no se entiende sin los Spurs. Ni viceversa. Las Finales de 2007 y sobre todo las de 2013 y 2014 representan tres capítulos inolvidables para dos hombres que han trascendido más allá del baloncesto: la estrella angelina, que busca poner la guinda a su carrera deportiva con su cuarto anillo y Gregg Popovich, que tras 23 años en la NBA está experimentando la cara más amarga de la Liga y quién sabe si el fin de toda una era que ha supuesto infinidad de récords y momentos inolvidables.

Tampoco se entiende la historia reciente de los Lakers sin la de los Spurs. Ni la de Popovich sin la de los angelinos, su némesis durante tantos años. Ese equipo que más animadversión ha generado en el técnico y al que apeó de los playoffs en 1999. El año del primero de los 5 anillos de la dinastía spur. Y la última piedra en el camino que encontraron en Los Ángeles para ganar el mismo número de campeonatos en el mismo periodo de tiempo. Unos tuvieron a Tim Duncan de referencia. Otros a Kobe Bryant. Además de en 1999, se enfrentaron en playoffs en 2001, 2002, 2008 y 2013, ya con los angelinos cuesta abajo. Los tejanos, con unas bases más sólidas, aguantaron el tirón hasta 2014, cuando ganaron su último título. Los Lakers se quedaron por el camino un curso antes, aunque moralmente para mucho la era se acabó en 2010, con el último campeonato de los de púrpura y oro.
Una historia paralela con una crisis por parte de los Lakers que los Spurs no han vivido hasta este año. Precisamente cuando sus rivales empiezan a ver la luz: 15-2, mejor inicio en una década. Casi nada. Esa campaña, la 2008-09, empezó con 21 victorias y 3 derrotas. Sin embargo, en los 17 primeros partidos, el balance era el mismo. Y hoy, es superior a cualquiera de las temporadas míticas de los Lakers: en 1971-72, la del anillo de Jerry West (con Wilt Charberlain) se inició con 14-3. La 1986-87 con 14-3. La 1999-00 con 13-4. Es difícil ver un comienzo parecido para los angelinos, que están arrasando en defensa y carburando (poco a poco) en ataque para pasar del averno de hace unos meses a los más alto de la NBA.
Uno de los motivos de esta racha está siendo el nivel de LeBron James. La estrella, una leyenda viva, sigue batiendo récords y marcas que agrandan su legado. Jugar de playmaker no ha variado su nivel ni un ápice. Incluso se podría decir que lo ha aumentado. Es el máximo asistente de la Liga, está en más de 25 puntos, 7 rebotes y 11 pases a canasta de promedio, defendiendo como nunca y atacando como siempre (o mejor). Su mera presencia es un quebradero de cabeza para sus rivales y ante los Spurs se fue a los 33 puntos, 3 rebotes y 14 asistencias. Anotó o asistió en 25 de los 28 puntos que su equipo metió en el último cuarto (solo un triple de Daniels al final puso fin a la racha). Con los cuatro triples anotados se convirtió en el 18º jugador con más lanzamientos de tres anotados de la historia y con los 13 tiros de campo (en 24 intentos) en uno de los cinco únicos baloncestistas de la historia con al menos 12 mil tiros de campo anotados. Y por cierto, con 3 de 8 en tiros libres después de las protestas angelinas sobre el trato de los árbitros a su estrella. Casi nada para un baloncestista que si sigue a este ritmo en enero se convertirá en el tercer máximo anotador de todos los tiempos superando a Kobe Breyant, el último héroe de los Lakers. "MVP", le gritaban en la grada. Y, desde luego, si la temporada acabara hoy, lo sería.

El partido estuvo monopolizado por James. Los Spurs, que venía de ganar a los Knicks, empezaron perdiendo (como suele ser habitual en este curso) en el primero cuarto (22-25) antes de desperar en el segundo, en el que anotaron 34 puntos (por 29 de sus rivales) una cifra muy difícil de conseguir ante una de las mejores defensas de la Liga. Los angelinos le dieron la vuelta al marcador antes del inicio del último cuarto, al que se marcharon por delante (82-86) pero con el choque en un puño. LeBron inclinaría la balanza en un último periodo demoledor en el que tuvo la participación de Anthony Davis, que no estuvo fino durante la mayor parte del duelo pero que apareció a tiempo para acabar con 19+12+6 (con 2 robos y 2 tapones). 
Los Lakers que hicieron gala de una gran defensa en el último periodo dejando a sus rivales en 22 puntos, consiguieron su segunda victoria en el AT&T Center esta temporada. En aquella ocasión Howard fue uno de los héroes, aunque esta vez la presencia del pívot fue testimonial: 1 rebote en 18 minutos de juego. Si carburaron Rondo, que sigue mejorando (13+5+3 con un buen +13 con él en pista), Daniels y Kuzma. Caldwell-Pope se sigue estableciendo como un seguro de vida para los angelinos y se fue a los 14 puntos con acciones defensivas espectaculares. Y todo esto con solo 13 minutos de Caruso y un Bradley tocado. Los angelinos siguen ganando a pesar de no contar con todos sus efectivos y empiezan a asustar. 
La otra cara de la moneda es la que tienen los Spurs. A la deriva, con 24 puntos de DeRozan y 30 de Aldrige, esos dos sostenes que sostienen más bien poco y que son la pareja que más juega de la Liga pero que peor rating defensivo tiene. San Antonio mejora cuando sus dos estrella están en el banquillo y ahora mismo son una sombra de lo que fueron. Nunca hay que darles por muertos. Ya se ha hecho en otras ocasiones. Pero cada vez parece más complicado dar un voto de confianza a los tejanos, que se encuentran sumidos en una grave crisis de la que no consigue salir. Los playoffs se alejan mientras los partidos pasan y Tim Duncan hoy ve desde el banquillo lo que nunca vio como jugador: una situación preocupante.
Mientras tanto, los Lakers siguen a lo suyo. LeBron, siempre muy respetuoso a la hora de hablar de Popovich y los suyos, ha reconocido que hoy tira mejor gracias a las defensas de los Spurs en el pasado, especialmente en 2007. Esas batallas ganadas y perdidas que forman parte de su legado. Y Davis, mientras tanto, avisa. Los malos momentos llegarán. Esto no va a ser siempre así. Y hay que estar preparados para afrontarlo. De momento ahí siguen, en lo más alto...

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