Así fue el funeral culé: Messi, enfadado; Bartomeu, mudo...

Así fue el funeral culé: Messi, enfadado; Bartomeu, mudo...

El viaje de regreso a Barcelona confirmó el fin de un ciclo: la imagen de un club que ya no encuentra respuestas y que necesita un cambio de rumbo urgente.



La humillación que se sufrió en Anfield abrió una profunda herida en el barcelonismo que será muy difícil de cerrar. En el viaje de vuelta del equipo a Barcelona ya se pudo constatar que será muy difícil superar el desastre ante el Liverpool, mucho más que la temporada pasada cuando el equipo fue pisoteado en Roma. El convencimiento entre todos es que el equipo había cerrado un fin de ciclo y que era momento de renacer de las cenizas.
Para empezar el presidente Josep Maria Bartomeu apenas cruzó unas parcas palabras con algún jugador, escudándose todo el rato en su vicepresidente, Jordi Cardoner. El dirigente blaugrana saludó a Ernesto Valverde, pero dejaron cualquier debate interno para más adelante. De hecho, el técnico extremeño era uno de los que estaba más afectados tras la eliminación europea. "Estaba más afectado aún que cuando la derrota ante la Roma", reconocían en el vestuario. Valverde optó por refugiarse en su segundo, Jon Aspiazu, con quien compartió asiento en el vuelo. Se vio a los dos técnicos enfrascados en una larga conversación. Posiblemente les había llegado las palabras de Bartomeu nada más acabar el partido en las que invitaba a hacer "una profunda reflexión" sobre la derrota ante el Liverpool. Y es que ni Valverde ni Aspiazu olvidan que la temporada pasada recibieron un ultimátum por parte de la directiva, abriendo la posibilidad de una destitución si el equipo no ganaba la final de Copa tras perder en cuartos de la Champions ante la Roma.
Y si Bartomeu optó por el silencio y Valverde mostraba su absoluto desconcierto, Leo Messi no podía ocultar su más absoluta indignación. Con el rostro desencajado y un rictus de frustración visible, el jugador argentino departía junto a su amigo íntimo, Pepe Costa, con el rostro cabizbajo en la mayoría de ocasiones y haciendo gestos de contrariedad en otros. Ya en el control antidoping, que compartió con Arthur, tuvo serios problemas porque el cabreo del jugador era tan grande que no podía dejar de pensar en la humillación sufrida. Lo peor de todo si cabe le esperaba a su llegada al aeropuerto de El Prat, donde un grupo reducido de aficionados esperaba al equipo. Messi tuvo un pequeño incidente con un seguidor que le recriminó su partido ante el Liverpool, pero que al final acabó en una mera anécdota gracias a la rápida intervención de Pepe Costa.
También viajaron junto al equipo los responsables de la dirección deportiva, Pep Segura y Eric Abidal. Nos cuentan que el ninguneo hacia Segura por parte de la mayoría de los jugadores fue casi humillante. En cambio con Abidal sí hubo más sintonía a la hora de los saludos.
El viaje de regreso fue el más duro de la temporada con una tensión y desolación en el ambiente que apenas se podía respirar. En el seno de la expedición, que aterrizó al filo de las 5 de la mañana, había la clara sensación que se había finiquitado una etapa y que a partir de la próxima temporada empezaba una nueva.

Milagro del Tottenham



Un gol en el descuento de Lucas Moura, que hizo un hat-trick, clasifica a los Spurs para la final ante el Liverpool en el Wanda Metropolitano. El Ajax iba 2-0 al descanso.

La crónica estaba casi escrita. Se hablaría de la final de los sibaritas. El Ajax lo tenía todo a su favor. Tras el gol de la ida, marcó dos en la primera mitad en Amsterdam. Se había ganado de nuevo en los primeros cuarenta y cinco minutos el voto popular. Pero Mauricio Pochettino ha conseguido hacer creer a los suyos que no hay nada escrito, que rebelarse ante el destino también es una manera de vivir. Y eso que a su equipo no le han dejado crecer como hacen los demás, en el mercado de fichajes; ese grupo de futbolistas, que han debido sacar de dentro lo que nadie, ni sospechaban que iban a llegar a la final de la Champions por fe, por entrega, por goles, pero sobre todo por creencia en la idea y el liderazgo. Como el Liverpool veinticuatro horas antes, se puso en su ADN un lema para siempre: los límites no existen. Aunque existan. 





La lesión de última hora de Neres obligó a sacar a Dolberg y le hizo perder cierta profundidad, pero el movimiento de los holandeses, la flexibilidad con y si balón, la energía, el trabajo que le ponen a cada minuto de juego confirmó que la eliminatoria se estaba jugando a lo que quería el Ajax. Y tras el primer tanto de Lucas Moura (hizo los tres), decidieron retrasarse para defender y recuperar fuerzas, y ceder la posesión al Tottenham, que en esa primera mitad pareció un bebé sin dientes: guapo, animado pero sin dar miedo.



El primer tanto fue un cúmulo de errores. Trippier debía encargarse de De Ligt, pese a sus once centímetros de diferencia. En zona esperaba Dele Alli, que no se levantó con la necesaria fuerza. El árbitro no vio un bloqueo, ilegal quizá, de Van de Beek a Vertonghen. 




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  • Defensa
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  • Países Bajos

Poco después Trippier volvió a fallar: perdió una disputa en el centro del campo, se la llevó Van de Beek por el carril central para atraer defensores y le dejó el balón a Ziyeck en la derecha que marcó un segundo que parecía definitivo. 




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  • Centrocampista
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  • Marruecos

El Tottenham debía marcar tres tantos, pero no se sabía bien de dónde iban a venir. Solo que salieron otros Spurs. Más atrevidos, más guerreros. Flexible, porque sacó a Llorente que lo cambió todo. De repente las pelotas divididas eran de los ingleses. Onana tuvo que hacer un par de paradas imposibles pero la dinámica había variado. El primer gol de Lucas Moura, que empieza en un salto innecesario a la presión de de Ligt, fue la contra y que daba sentido a lo que se veía. De nuevo un paradón de Onana no fue suficiente y Lucas Moura se revolvió en un metro cuadrado para el segundo. Ziyeck tuvo dos ocasiones para llegar a la final, incluido un poste, pero también Vertonghen, que cabeceó al poste. Y llegó el último segundo del descuento de cinco minutos, al que hay que esperar siempre cuando hay equipos que nunca se dan por perdidos. Y ahí apareció el brasileño Lucas Moura para firmar su noche soñada, la de cualquier futbolista, la de llevar a su equipo a una final de la Champions obrando un milagro.


Escudo/Bandera Ajax

  • Países Bajos

Anfield aplasta al Barça



Majestuosa remontada de un Liverpool mermado que ridiculiza a un Barça que encaja el cuarto tanto en una metáfora de la parálisis que sufrió hace un año en Roma.

Ni las bajas, ni la ventaja en la ida ni nada. Anfield aplastó a un Barça tembloroso como si fuera una cucaracha. Sin piedad, el vendaval del Liverpool superó a oleadas a un Barça que acabó cayendo por 4-0 en una remontada memorable por parte del equipo de Klopp, que se cobró todas las facturas del Camp Nou de golpe, incluido el gol que falló Dembélé y que parecía anecdótico hace seis días. Una debacle en toda regla que confirma que con el alma se llega a donde haga falta.
Para los amantes de las cábalas, los prolegómenos del partido fueron trascendentes. El Liverpool se concentró en el hotel Hope (esperanza) situado en la calle Hope para velar armas en las horas previas al partido. El Barça, desafiando a cualquier mal augurio que venía de marca como es el hecho de jugar un 7 de mayo, 33 aniversario de la debacle de Sevilla, rizó el rizo y lo hizo de amarillo. Tentaron demasiado a la suerte.
De salida, ninguna sorpresa en las alineaciones, con el Barça apostando por seguir protagonizando el reality de “como sobrevivir a una calamidad” y el Liverpool tirando de Anfield y lo que se terciara.
Como no podía ser de otra manera, el cuarto de hora inicial fue una tortura. Lo que en Girona denominan una tramuntanada, en la que la galerna vestida de rojo martirizaba a los barcelonistas dejándose los hígados en cada acción.
A los 50 segundos habían provocado los del Liverpool el primer córner después de que un placaje a Messi en la frontal pasara inadvertido para Çakir, el Mateu Lahoz turco. Ante la velocidad que tomaban los acontecimientos, lo más fácil era equivocarse y el primero en meter la pata fue Jordi Alba con un despeje de cabeza hacia atrás que cazaron los lobos rojos. Henderson fusiló a Ter Stegen, que respondió con el milagro de turno, pero dejó el balón franco a Origi para que en el minuto siete marcara el primer gol.
En esos instantes el Liverpool era un tsunami en el que Mané aparecía por tantos lados que uno se preguntaba si había más de un tipo con la camiseta con el 10 a la espalda.
Supo el Barcelona aferrado a un gigantesco Arturo Vidal que mantuvo en alto el pabellón ganando cada duelo individual que disputaba capear el temporal y empezar a jugar. Mejor incluso que en la ida teniendo en cuenta la jauría que les mordía los tobillos a cada recepción.
Allisson tuvo que empezar a emplearse a fondo ante un disparo de Messi y otro inocentón de Coutinho. El lado blaugrana empezaba a aportar constantes vitales mientras que el local bajaba el heavy metal para resguardarse de cara a la segunda parte. Aun así, Piqué tuvo que esmerarse para evitar un par de ocasiones del Liverpool mientras que el Barça acababa la primera parte mandando un par de mensajes al portero de los ingleses.
Al intermedio daba la sensación de que el Barça había logrado salvar la primera andanada, pero todo el mundo era consciente de que iban a venir más. La primera, sin ir más lejos, nada más iniciarse la segunda parte.
Empezó el Liverpooll dando entrada a Wijnaldum por Robertson, que acabó la primera parte con problemas pasando Milner al lateral izquierdo.
la salida del Liverpool en la segunda parte fue incluso más tremenda que la de la primera. Van Dijk casi marca el segundo de tacón a la salida de uno de los córners que el Barcelona cedía como si jugara a la ruleta rusa. Trató de responder el Barcelona, pero Alisson, tremendo, mantenía a salvo a su equipo. Y entonces llegó la tormenta. Alba volvió a perder un balón ante Alexander-Arnold, cuyo centro remató Wijnaldum a gol. Dos minutos después, con el Barça sonado, fue Milner el que remontó su banda para que el centrocampista holandés rematara a cabeza el gol que igualaba la eliminatoria a falta de media hora larga de partido.
Valverde retiró del campo de inmediato a un Coutinho perdido para la causa para reorganizar al equipo en un 4-4-2 con Semedo como lateral. El Barça estaba en la lona.

Unos Bucks enormes mandan de vacaciones a los Celtics (4-1)


Unos Bucks enormes mandan de vacaciones a los Celtics (4-1)


Partidazo de los Bucks, que jugarán su primera final de Conferencia desde 2001 tras ganar cuatro partidos seguidos a unos tristes Celtics.

Primero, desde luego, el halago al vencedor y ahora mismo un aspirante tan legítimo como cualquiera que este vivo a estas alturas, 9 de mayo, al anillo de campeón de la NBA. O mas. Milwaukee Bucks llevaba sin ganar una serie de playoffs desde 2001, la última vez también que jugó una final de Conferencia (perdió 4-3 contra los Sixers de Allen Iverson). Y a pesar de sus 60 triunfos en una temporada fascinante en la que Mike Budenholzer les ha hecho saltar a velocidad espacial y Giannis Antetokounmpo puede (debería) ganar el MVP, parecía que las dudas les seguían acompañando, que no pocos analistas estaban esperando para escribir sus "estos Bucks sí pero no...". Nunca estuvo tan claro como el 28 de abril, cuando después del baño y masaje contra los Pistons en primera ronda, los Celtics les arrasaron en su Fiserv Forum (90-112) en el primer partido de semifinales. Entonces, con 0-1, era impensable que esta pudiera ser la primera serie en terminar, solo 10 días después. Y era todavía más impensableque ese desenlace a la velocidad del sonido lo provocaran cuatro victorias seguidas de los Bucks...
Pero aquí estamos, en la mañana del 9 de mayo rumiando otro triunfo por aplastamiento de los Bucks (116-91), a los que no les tembló el pulso en el primer match ball. Ahora parece obvio que después de aquel primer partido, de los problemas de Antetokounmpo y la master class de Al Horford, todo el mundo tuvo dudas... menos ellos. Con más de 8 minutos por jugar (y +21 en el marcador), Budenholzer ya estaba dosificando despedidas para provocar las ovaciones de un público en éxtasis cuando, nada más acabar el partido y la serie, en el pabellón se emitieron las ya famosas imágenes de Paul Pierce diciendo que la cosa estaba "liquidada" tras aquel 0-1 que parece ya cosa de la prehistoria. Solo han pasado once días, y los Bucks vuelven a una final de Conferencia sobre los hombros de Antetokounmpo (esta vez 20+8+8 porque no hizo falta más), Middleton (15+8+5) y Bledsoe (18+6+2). Con una aportación decisiva de los secundarios, a la cabeza George Hill, Brogdon por fin de vuelta (10 puntos en 17 minutos) y Niko Mirotic titular, esta vez con 10 puntos y 11 rebotes camino de su primera final de Conferencia. Será la quinta para Pau Gasol, que lleva casi dos meses sin jugar por un problema de tobillo y que ya disputó tres con los Lakers y una con los Spurs.

Sonado fracaso de los Celtics

Gloria para el ganador. Pero hoy, mientras a los Bucks les queda lo mejor del camino por delante, es imposible que muchas miradas no se vayan en primer lugar al estrepitoso fracaso de los Celtics, que ni siquiera tuvieron ánimo para pelear. No hay peor síntoma, para una franquicia con tanta historia y tanto orgullo, que perder seguidos los dos partidos del Garden después de llegar a su santuario con el factor cancha recuperado (1-1). El cuarto partido sonó a final de trayecto y el quinto, si alguno pensaba que quedaba un último giro redentor, lo confirmó con estruendo. Un equipo roto, descosido, sin ideas ni fuerza, sin unión ni automatismos, sin un ápice de orgullo verde y zarandeado cada vez que se intentó acercar: de 22-19 al final del primer cuarto a 31-19 en cuatro minutos del segundo. De 65-55 en el ecuador a 80-62 al cierre del tercer parcial. Por entonces ya no había partido, ni serie ni temporada para unos Celtics que han jugado las dos últimas finales de Conferencia y se han estrellado ahora de forma inequívoca, incuestionable hasta para quienes (y ya eran muy pocos) seguían pensando que era un equipo que llevaba dentro un competidor feroz que acabaría apareciendo, tarde o temprano. Finalmente nunca lo hizo, y los Celtics se despiden como el primer equipo que abre los playoffs con cinco victorias y encadena después cuatro derrotas para caer eliminado.
Este era un curso que comenzaba tras llegar hasta el séptimo de la final del Este de 2018, contra LeBron y sin Kyrie Irving ni Gordon Hayward, lesionados. Con ellos de vuelta y el Rey en el Oeste, los Celtics eran en septiembre el favorito de consenso para llegar a las Finales... y dar guerra en ellas. Pero la temporada nunca arrancó, a cada amago de buena sintonía una mala racha, a cada intento de que hubiera paz, un rumor sobre el futuro de Kyrie Irving o una declaración destemplada de este, que termina señalado como líder, después de tanto querer jugar sin LeBron, con un 6/21 en el quinto partido (15 puntos, solo 1 asistencia) y un 25/83 en los cuatro últimos, todo derrotas. Incómodo como gestor y rostro visible del vestuario, el base, y cuesta hasta escribirlo, puede haber jugado su último partido con la camiseta de los Celtics. O no, porque eso es lo que viene ahora: ninguna certeza, muchos rumores, dedos acusadores y búsqueda de soluciones para lo que ha sido un proyecto absolutamente fallido que nadie sabe qué forma tendrá cuando empiece la próxima temporada. Con Kyrie o sin él, con Anthony Davis o sin él, con Tatum y Brown en el Garden o en Nueva Orleans...
No ha sido el año de Brad Stevens, no ha sido el año de Kyrie y ni Jayson Tatum ni Jaylen Brown han crecido al ritmo previsto y han dejado unas dudas que no existían en verano. Hayward ha vuelto a jugar tras su terrible lesión pero no ha sido Hayward, y lo que parecía un quinteto de Playstation, con Horford como ancla, ha sido finalmente un fracaso mayúsculo, un aspirante que nunca lo fue, un proyecto al que le han pasado finalmente por encima (y tal vez no solo en esta eliminatoria) Antetokounmpo y sus Bucks, que ganaron el quinto partido con una autoridad admirable, sin rasgo de aprensión ni nervios, y se posicionan como el gran favorito para ser el primer rey del Este sin LeBron. Eso, la final de Conferencia, la verán los Celtics por televisión entre, me temo, críticas feroces de la prensa de Boston y rumores constantes sobre su futuro... Finalmente, no había modo playoffs ni tiempo de salvación: los Celtics cayeron siendo el equipo sin identidad ni voluntad que han sido durante casi toda la temporada. Avanzan, con cuatro victorias seguidas que son cuestión de pura justicia, los Bucks de Antetokounmpo. Cuidado con ellos.























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